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domingo, 4 de noviembre de 2012

Cuento: Toby

Sinopsis Con su peculiar mirada, Toby va descubriendo el mundo que lo rodea. Su abuelo, un pisapapeles que va variando según su estado de ánimo, una tía soltera, un padre marinero, una brújula rota. Con estos elementos, como un delicado mecanismo de relojería, se logra una novela sobre la tolerancia, el respeto, la discapacidad y el derecho a elegir. Hay una frase que el profesor de un taller literario le dijo a Orson Scott Card, famoso escritor de ciencia ficción, que me pareció acertadísima: cuando una palabra está profundamente encarnada en un relato, esa palabra no debe aparecer jamás. Y eso ocurre en Toby. Porque a pesar de que en ningún momento es dicha la palabra "discapacidad", un lector joven o adulto advierte que Toby es un niño especial. Toby tiene doce años y vive en el campo con su abuelo y su tía. Su madre está muerta y su padre es marinero, por lo que solo lo visita unas pocas veces al año. Como todo niño, Toby guarda sus pequeños tesoros: un pisapapeles que le regaló su abuelo, la foto de su madre (a veces parecida a su tía, a veces no), una brújula rota y un viejo reloj cucú que no funciona. De todos estos objetos preciosos —y mágicos, cada uno a su manera—, el más simbólico es el pisapapeles: en él se vuelcan todas las vivencias del protagonista: su imaginación, sus emociones, sus deseos y sus miedos. La tía de Toby es un perfecto ejemplo de la manera en que no debemos comportarnos con las personas discapacitadas. Ella siente lástima por su sobrino y, cuando lo arropa por las noches, lo besa diciendo "pobrecito querido"; cuando intenta enseñarle a leer, pierde la paciencia y le tira el libro por la cabeza. Y aunque este narrador en primera persona —que nos muestra el mundo a través de sus ojos inocentes— nunca lo dice, nos damos cuenta de que la familia es humilde. El abuelo de Toby, cuyo nombre jamás nos es revelado, se dedica a reparar relojes. A diferencia de su hija, él no trata a Toby como un discapacitado: le enseña el arte de la relojería y lo deja arreglar los relojes que la gente le lleva. Cuando su hija trasmite la decisión a su familia de que desean que se muden a la ciudad cuando ella contraiga matrimonio, el abuelo se opone: no piensa mudarse ni dejar que arranquen a su nieto de su lado. De alguna manera, ambos actúan de manera incorrecta: someten a Toby a sus deseos, a lo que piensan o se imaginan que será mejor para él. La tía siente lástima por Toby y quiere que vaya a una escuela para discapacitados y sea un chico normal, cosa imposible. El abuelo, en su vejez y miedo a la soledad, se aferra a su nieto como haría cualquier padre con su hijo. Y así, presionado por ambos, Toby huye de la casa y reclama, casi sin darse cuenta, el derecho a elegir lo que quiere para su vida. Toby es un libro muy corto, de apenas cincuenta y ocho páginas intercaladas con ilustraciones en blanco y negro, obras de Pez. A pesar de ser una novela corta, es una obra bellísima llena de ternura, emociones y esperanza de vida, que nos alecciona acerca de cómo a veces pretendemos que las personas se sometan a nuestros deseos egoístas, aun cuando no tenemos malas intenciones. La obra nos muestra que debemos dejar que cada persona tome sus propias decisiones y, si es necesario, que se equivoque, porque es la única manera que tenemos de crecer y aprender. Y en caso de Toby, de convertirse en adulto y descubrir el mundo con sus propios ojos

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